Estuve ayer en el MACBA y en pocas ocasiones este museo me había parecido tan poco "contemporáneo" como en el contexto de la última exposición inaugurada entre sus paredes: "¿Estáis listos para la televisión?". Según palabras textuales de la guía de la exposición - acertadamente realizada para evitar que el caótico y desbordante contenido de la muestra sobrepase al espectador ya en el primer minuto, empujándolo inmediatamente fuera del museo y quitándole las ganas de volver en una buena temporada - no se trata de una exposición sobre la televisión, sino desde la televisión. El planteamiento inicial se me antoja ya de entrada un tanto pretencioso, ¿cómo se come esto de hacer una exposición desde la televisión, cuando quién la plantea no es este medio directamente, sino el punto de vista particular de un museo (de arte contemporáneo, en este caso)?
Un arrebato de osadía te empuja, por naturaleza, a entrar directamente en lo que intuyes es la sala que inicia el recorrido. Es abrumador, imposible entender nada del texto de "Los nombres de Cristo" del cineasta Albert Serra, pegado con vinilo en la pared, ni tampco de la proyección descontextualizada que emite la grotesca (por desproporcionadamente grande) pantalla ubicada en el centro de la sala, frente a una gradería que JAMÁS será ocupada por completo.
En vista de que todo el material que llena la segunda planta del museo (entera!) es de contenido audiovisual, sin ninguna conexión aparente a parte del propio medio televisivo, una tiene que reconocer, en un acto de humildad, que necesita un intermediario. Para esto se recurre a la ya citada guía, que constituirá la carta de navegación sin la cual el espectador se verá arrojado a un espacio incomprensible e incomprensivo. Quizá invadida por el orgullo herido de aquél que se siente incapaz de entender algo para lo que teóricamente está preparado - no hace falta mencionar que todos hemos crecido con el televisor como banda sonora -, en la introducción de esta benegloriada guía una no encuentra nada más que una sarta de frases hechas de dudoso contenido. Pero al hojearla con más detenimiento, es inevitable reconocer - tampoco quiero pecar de extracrítica - que la explicación de cada uno de los diez ambientes en que se divide el montaje es mas aclaratoria, al menos puedes entender de qué va el asunto!
Introducción hecha, la verdad es que te sientes con algunas herramientas más para enfrentarte al asunto - me parece sintomático que me refiera a esta experiencia museística como "enfrentamiento", como si de una lucha grecorromana se tratara -. Lees la explicación del primer "capítulo" (así les gusta llamar a los espacios, en un insustancial intento de referenciarse al mismo medio objeto de análisis) y te adentras en la primera de las salas. "Si, quizás esto tenga algo de sentido".
Segunda lectura y segunda sala. "Pero... ¿ésto no es prácticamente lo mismo que he vsito antes?.
Tercera lectura y tercer espacio. "Ummm... Creo que no acabo de entender el criterio de esta división de espacios...".
Cuarta lectura y cuarto espacio. "Para mí que esto no deja de ser una recopilación subjetiva de artistas que han trabajado con el medio televisivo, ya sea a modo de experimentación visual, crítica o sistema de autodifusión". Y he aquí done aparece el siguiente "chasco" del asunto: ¿Por qué habrán dividido ese amalgama videográfico en estos diez apartados? ¿Por qué no en más (¿o en menos?), si el material que se presenta en todos ellos no deja de ser esencialmente el mismo: imágenes que, por la nostalgia del vídeo filmado en Super8, resultan entrañables y, eso sí que no se lo quita nadie, nos hablan del nacimiento de una cultura, la contemporánea?
De acuerdo, demos una oportunidad más a éste asunto - que según el texto inicial está motivado para "preparar" al espectador para el nuevo concepto de televisión que, ya entrado el siglo XXI, se avecina -. Cuando parece que la televisión tal como la hemos conocido llega a su fin, nos preguntan si estamos listos para más..., así empieza el tan acertado discurso de la guía - aceratdo porqué es bien cierto que la naturaleza de la televisión está en un proceso de cambio radical -. Y con esta pregunta el espectador se siente inseguro, ni tan siquiera sabe si sabe todo lo que hay que saber para responderla. Lo paradójico del caso es que, habiendo visto por encima la selección videográfica - es imposible visualizar las casi 70 horas de video, así que la visita resulta, vista así, aún más insustancial -, uno se da cuenta que ni desde este mismo contexto del museo, tan artístico y contemporáneo, se está preparado para este cambio que proclaman (o, si lo está, es completamente incapaz de demostrarlo).
La reflexión fundamental aquí, para mí, no es acerca de la televisión - ni del contenido mismo de la exposición, que tiene joias como los experimetos acerca de la sociedad del espectáculo de Guy Débord o excentricidades varias de Andy Warhol -, sino acerca del propio museo: Al tratarse de material videográfico digitalizado, ¿qué sentido tiene "exponerlo" en las frías salas de un museo (a todos aquellos que tengáis intención de perderos en este infinito inconexo, os recomiendo no dejar el abrigo en el guardarropa), dotadas de poderosas pantallas y graderías para el "público" en un acto que no puede no resultar pretencioso? ¿No resultaría más coherente con este contexto futurista para el que pretenden prepararnos, apostar por esta idea de "contemporaneidad" en el mismo museo y plantear la posibilidad de una "exposición virtual", formada por una base de datos - siguiendo, si tu quieres, esta división capitular imposible - y una versión digitalizada de la tan necesaria guía? De este modo, el potencial espectador podría acceder, sentado cómodamente en el sofá de su casa, a esta - no por subjetiva menos itneresante - selección de videos, sin las molestias intrínsecas a un espacio expositivo que no se adecua al contenido.
[¿Estáis listos para la televisión? MACBA, Barcelona. Del 05.11.2010 al 25.04.2011. Publicado en absur2eal num.-1]