24/9/11

Sobre lo confuso y visceral que resulta el criterio artístico


Marc Harrold, Plage 30 (2008) 

Hoy salí de casa ilusionada con una idea muy concreta: ir a la exposición de Jean-François Rauzier en el Museo Diocesano de Barcelona para hacer mi crítica para el num.-4 de absur2eal. Libreta en mano, aprovecho el descuento de estudiantes para pagar la mitad, que estamos en tiempos difíciles, y me adentro en el céntrico pero vacío museo - cabe decir aquí que el edificio es bastante impresionante, con sus fundamentos anclados en la antigua muralla romana de Barcelona, arcos románicos y demás deleites arquitectónicos a lo clásico -. Hasta aquí la ilusión se mantiene intacta, hacía dias que no iba a una exposición, nunca había entrado en el Diocesano, todo eran expectativas.

La primera "cosa" con que chocan mis conjuntivíticos ojos es el impresionante trabajo de Rauzier sobre la Pedrera, nosecuantas imágenes de alta resolución en un montaje digital que, no sé exactamente porqué, sustituye el suelo del edificio por una laguna selvática poblada de nenúfares, flamencos, gorilas y hasta un caballo bajando por las escaleras. La verdad es que en vivo y en directo me resulta excesivo, a pesar de lo seductor de la reproducción usada para la promoción de la exposición, folletos, carteles y demás. Colgada al lado de tan alabada hiperfoto, hay una lupa a modo de "analice con sus propios ojos la calidad del producto artístico como si de un experto se tratara". Decido aprovecharla y examinar a fondo los inevitables fallos de perspectiva que, a tan gran escala, no pasan inadvertidos.

Me digo "no seas criticona" y paso a la siguiente foto. De hecho, tanto color y degradado nunca ha sido mi fuerte, quizá sea esta la razón de mi incomprensible pero visceral rechazo a las fotos de Rauzier. Pero el resto de la serie "voyages extraordinaires: Barcelona", el Hospital de Sant Pau, el Palau de la Música, la Catedral del Mar, me provocan todos exactamente lo mismo: una atracción fatal desde lejos, y un afán para encontrar fallos de cerca. Demasiado color, demasiadas perspectivas entrecruzadas, demasiados pajaritos añadidos que hablan un lenguaje de color y textura demasiado diferente a la fotografía original... Demasiado. ¿Por qué no se habrá limitado a fotografiar arquitectura, con montajes digitales si tu quieres? Me pregunto frunciendo sin querer el ceño enmedio de los admirados espectadores. Y a todo esto no paro de repetirme que, según palabras del propio Rauzier, se trata de un "artista barroco" y, la verdad, yo no veo nada barroco en él, si acaso algo de surrealista onírico caducado...

En un rinconcido, escondidas entre tanta magnificiencia, encuentro dos perlas de la serie "Babel" que pasan inadvertidas prácticamente a todo el mundo. Al tratarse de visiones frontales de edificios, no hay molestos fallos de perspectiva ni animalitos descontextualizados. Son fantásticas transformaciones de edificios de poca monta en impressionantes rascacielos, con balcones llenos de ropa tendida, persianas bajadas y subidas, vida REAL. Me gusta y esto me anima a subir a la segunda planta. Ep! Que aquí hay algo reconocible... Multiplicando sus alter egos fotográficos - siempre con gavardina y sombrero de mafioso, a lo hombres grises en el mundo de Momo de Michael Ende - transmite a la perfección la idea de anonimidad y agovio de la ciudad, el tráfico, los rascacielos, las ruinas, los cementerios, la pequeñez humana. "Venga, dale un voto de confianza, una mala serie la tiene cualquiera".

Para resetear definitivamente mi mente de tanto paraíso perdido (y mal recuperado), entro en la sala adyacente, donde la colección del Museo Diocesano esconde una serie de retablos románicos perfectamente conservados. Este inesperado viaje al pasado enturbia aún más mi mente y cuando, en la tercera planta, me encuentro con más hiperfotos - esta vez son gigantescas bellas durmientes con postura tambien hiperforzada - llenas de color y dudoso contenido metafórico (todo está a la vista!), me desvanezco de nuevo.

Me rindo, este señor y yo no nos entendemos. Entro cabizbaja en la sala dedicada al tempo que Gaudí hizo para la colonia Güell, llena de bocetos, maquetas y fotografías antiguas y oh! sin esperarlo, de repente entiendo como funciona la arquitectura de Gaudí, estaba pensada al rebés!

Too much for my little body. Me voy del museo medio mareada, dispuesta a sentarme en una terracida y asimilar toda esta información con una copa de vino blanco en la mano. Pero antes decido darle la última oportunidad al ya condenado Rauzier y entro en la galería Villa del Arte, promotora de tan colorista evento. Y me enamoro, así lo digo, me enamoro tanto que una lágrima perezosa empieza a resvalar descontroladamente por mi mejilla (supongo que la conjuntivitis y los cambios lumínicos influyen). En una pared al lado del mostrador de la pequeña galería descubro las fotos sobre resina de Marc Harrold, unos fantássticos montajes digitales, completamente manipulados, bañados de una luz vital en los que las personas son ténues manchas de color y la realidad no existe. Me olvido inmediatamente de lo que me había empujado a salir de casa y solo pienso en comprar una de esas maravillas. Comprar? Yo? Nunca había deseado tanto poseer algo... Me asusto y me voy a casa a escribir esto.

Resulta confuso, verdad? Pues así es el arte señores.


[Publicado en absur2eal num.-4]

3/9/11

Tere Recarens, arte y vida


Mes derniers calçons (1997) 
El estudio de la pintura y el arte multimedia en la Escuela Massana de Barcelona y la instalación en la escuela de Grenoble y l'École d'Art Lumiyo de Marsella, dio a Tere Recarens una formación polivalente que se traduce en una obra perfilada como un proceso de documentación de la propia vida, una colección de testimonios mínimos y accidentales donde resulta prácticamente imposible apreción la frontera entre arte y vida.

Los primeros trabajos, a principios de los 90, se componían de fotografías, vídeos y dibujos en una serie de obras que remitían al diario personal, para interrogarse sobre el espacio que lo trivial ocupa en nuestras vidas. Cosas que merecen ser escritas (1998), por ejemplo, es un calendario donde anotó desordenadamente las vivencias y sentimientos diarios, siempre con esta voluntad documentalista. Lo procesal de este período culminó con la incorporación a su diario de una serie de acciones delante de la cámara: en J'ai réussi (1996) filma desde la ventana el tiempo que tarda en bajar al patio trasero del edificio y en Tomber (1997), el número de vueltas que puede dar sobre sí misma para testimoniar el límite del equilibrio.

La experiencia, el testimonio y el juego se unieron definitivamente en la primera instalación Teremoto (1994-1996), en la que una serie de estantes metálicos llenos de objetos frágiles se colocaban sobre un suelo inestable por el que caminaba el espectador, dando vida al montaje. Una cámara testimoniaba la reacción del espectador ante una muestra itinerante - Marsella, Barcelona y Berlín - que resultó una perfecta metáfora de la vida, incontrolable y azarosa.

En el trabajo realizado en Nueva York como artista residente en P.S.1. (1998-1999), acabó de perfilarse esta acción "juguetona" testimoniada por una cámara, dando lugar a una trilogía que enseñaba al público la forma como la artista se inscribió en el contexto de la cultura americana: Tere Spain (documenta su llegada al aeropuerto JFK), Tere Wet (juego de palabras con una determinada señalética neoyorquina) y Watere (baile improvisado bajo el agua de una boca de incendios estropeada).

En Berlín, donde vive y trabaja en la actualidad, su trabajo sigue motivado por el deseo de encontrar una acción que sirva para conectar definitivamente con el lugar donde se encuentra, el arte se convierte en una forma de adaptación al medio, una manera de convertir los espacios desconocidos en familiares. En otra de esas habituales acciones testimoniadas, Besenrein (2003, "inmaculadamente limpio"), saltó desde un paracaídas con una escoba, con la intención de barrer el nublado cielo de Berlín, en un intento de recuperar el azul cielo mediterráneo.

Desde este punto, el viaje se convierte en algo fundamental para seguir alimentando esa necesidad artística de adaptación a sitios nuevos. Vuelve a Barcelona con 19 march 2014 (2004, Arts Santa Mònica), compuesto por dos contenedores que hasta esta fecha no podrán ser abiertos, en un experimento sobre el deadline del producto artístico; Heitere - Weitere - Polterei (2005, "más alegre y brillante - más allá - noche de juerga") funciona a modo de conexión entre la ciudad condal y la alemana, a través de la promoción de este inconexo mensaje que llenó de diversas lecturas e inseguridades los habitantes de la políticamente manchada ciudad.

A todo esto, el trabajo de Recarens aparece como un rastreo del amplio y ambiguo aspectro que une y separa el hecho artístico del no artístico, bañado de una sensibilidad pop que habla del arte como algo chocante y divertido en el que la artista comparte sus vivencias - su vida - con el espectador, recuperando el romántico dualismo arte - vida. Más que de obras pues, conviene hablar de una actitud que no pretende aleccionar sino invitar al espectador a participar. Juguemos pues!