El nuevo paisaje americano.
El género paisajístico tiene una larga trayectoria en la historia del arte europeo y también en el americano. En los inicios del siglo XX, la pintura paisagística americana estaba impregnada de una visión romántica que buscava trascendalizar la vigorosidad de la vida urbana americana - la ciudad funcionaba, aquí, como paradigma del nacimiento de una nueva potencia mundial, que se consolidaría en su actuación en las dos Guerras Mundiales -. Pero con el crack económico de 1929, este carácter orgulloso dominante que reflejaban las producciones artísticas norteamericanas, perdió fuerza en pos de dos corrientes claramente diferenciadas: de un lado una visión Social Realista que buscaba una crítica analítica de los aspectos negativos de la nueva metrópolis - el cimen, la corrupción y la miseria - y, del otro, una vesante preciosista que retomó la búsqueda de la belleza clásica - en tierras americanas, eso sí -.
A medianos de siglo, los seguidores del Expresionismo Abstracto - considerado el primer movimiento artístico genuïnamente norteamericano - dejaron en un segundo término estos análisis formales y conceptuales del paisaje, para centrarse en una pintura gestual y mayoritariamente no-figurativa que, como el antiguo Expresionismo europeo, buscaba exteriorizar aquello íntimo y angustioso del individuo, en un contexto de tensión política internacional. Pero la siguiente generación de artistas retomó el tema de la representación de un entorno expresamente americano, impregnado a menudo de la popular actitud de orgullo nacional. Estas representaciones, mayoritariamente pictóricas, emfatizan los elementos hechos por el hombre y la máquina, en una supremacía absoluta de lo tecnológico sobre lo natural.
"Soy un chico de ciudad. En las grandes ciudades han organizado las cosas de tal forma que puedes ir a un parque y encontrarte en un campo en miniatura, pero en el campo no tienen trocitos de ciudad, de modo que la echo mucho en falta" (Andy Warhol, 1975).
Todo en esta nueva corriente artística, resulta "novedoso y americano", tanto el motivo protagonista como el lenguaje pictórico y la intención de exponer al espectador los aspectes más banales y alienantes de la vida contemporánea. Nuevas construcciones, edificios de oficinas, hoteles y plazas, grandes almacetes, rascacielos y casas adosadas con piscina, carteleras, autopistas y vehículos de gran velocidad representan en estas pinturas costumbristas el poder tecnológico y económico alcanzado por las grandes metrópolis americanas.
[Imágenes: Allan D'Arcangelo, Full moon, 1962 · Red Grooms, One way, 1964 · Andy Warhol, Orange disaster, 1963]
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