El Palau de la Virreina (La Rambla, 99) está considerado uno de los mejores exponentes del barroco en la arquitectura civil catalana y ahí tiene sede el Centro de la Imagen con el mismo nombre, que acoge atractivas (y gratuitas!) exposiciones temporales dedicadas a los maestros de la fotografía. En el contexto de este precioso espacio arquitectónico, encontramos hasta el día 5 de febrero de 2012 la retrospectiva de la obra fotográfica de Claude Cahun, nombre artístico bajo el que se refugió la polémica Lucy Schwob (Nantes, 1894 - Jersey, 1954). La obra de esta prolífica fotógrafa francesa de los tiempos revueltos de la primera mitad del siglo XX, aunque desconocida durante mucho tiempo, goza actualmente de un “boom” de popularidad debido a las numerosas exposi-ciones que se le han dedicado durante los últimos veinte años (Museo Nacional de Arte Moderno de París, Instituto de Arte Contemporáneo y Tate Modern en Londres, Grey Art Gallery en Nueva York etc.), consagrando definitivamente su obra.
La retrospectiva de La Virreina, pretende no solamente mostrar la trayectoria artística de la controvertida Cahun, sino también inscribirla en un discurso que alude tanto al surrealismo como a la “moderna” teoría Queer. Este factor determina que la muestra no presente (gracias a Dios!) un insustancial orden cronológico sino que, a través de un elaborado discurso expositivo, agrupa una importante cantidad de imágenes de Cahun en una serie de espacios temáticos (organizados alrededor del espectacular patio interior con doble escalinata) que logran dilucidar la ambigua figura de la artista y el complejo contexto artístico, cultural y social en que desarrolló una obra artística intimista y poética que funciona como una íntima y delicada autobiografía a través de la imagen.
Instalada en París antes de los 20 años con Suzanne Malherbe (Marcel Moore), con quien formaría pareja sentimental y artística, la figura de Cahun ya se perfila como independiente y transgresora; y esta personalidad que pasaría desapercibida en sus tiempos es el elemento latente y trascendental de esta obra aparentemente sensible y discreta.
La que para mí resulta la línea fundamental en del trabajo de Cahun, aquella que de una manera introspectiva sirve para reflexionar sobre la identidad y la subversión de los géneros, se encuentra en el primer de los espacios de La Virreina. A través de una infinita variedad de autorretratos donde una puesta en escena teatral (influenciada inevitablemente por su participación en la compañía teatral Le Plateau) resulta la protagonista, buena parte del recorrido artístico de Cahun nos es presentado como un trabajo completamente íntimo de investigación personal en el que, desnudándose emocionalmente delante de la cámara a través del travestismo y el juego de máscaras, desmenuza la cuestión de la ambigüedad sexual y los convencionalismos a ella asociados. A través de estos autorretratos introspectivos, Cahun explora y promulga un mensaje elemental en pro del género indefinido, en la frontera entre la homosexualidad, la bisexualidad y la androginia, que, sin ser consciente de ello, iría como anillo al dedo a la “ochentera” teoría Queer (sí hombre, aquella que defiende que la identidad de género es una construcción social y que, por lo tanto, no existen roles sexuales esenciales predeterminados, sino formas variables de desempeñarlos).
El segundo espacio constituye un pequeño paréntesis dedicado a la poética del objeto (el bodegón, vamos), un trabajo esencialmente surrealista realizado con objets trouvés y entendido como un “teatro de las cosas” con un alto componente literario. Cabe decir aquí que, aunque no puede desvincularse el trabajo de Cahun del activo grupo surrealista de André Bretón y su defensa de la libertad de creación del artista, la búsqueda de un “mito” personal a lo Baudelaire ultrapasa todas estas intencionalidades y convierte el trabajo de Chaun en un incesante cuestionamiento del trabajo y la personalidad propias.
Combinaciones surrealistas de objetos aparte, sigue Cahun con sus íntimas reflexiones hechas imagen hablándonos del deseo. A través de una mirada metafórica, busca reducir este deseo (completamente desvinculado aquí de la pornografía) a lo esencial a través de la exploración del componente imaginario, casi onírico, de un cuerpo que tiende cada vez más a lo hermafrodita.
Al llegar a la cuarta sala uno ya es perfectamente consciente del morboso rol de voyeur que los comisarios de la muestra, Juan Vicente Aliaga y François Leperlier, han decidido otorgarle. Dejadme apuntar aquí que, discursos feministas aparte, porqué no los soporto, en todo momento había dado por sentado que detrás de tan sensible discurso había una mente femenina. Pues eso, sigue al deseo un espacio dedicado a la complicidad de la pareja Cahun-Malherbe. Trabajos conjuntos, autorretratos, fotomontajes, retratos dobles, una vorágine de obras colaborativas en las que convergen las cuestiones que la obsesionaban.
Los comisarios tienen otro detalle aquí y nos ofrecen una “pausa” ante tanto intimismo con un a sala que, a modo de simpático álbum de fotos familiar, recoge retratos de amigos y personajes que ejercieron una importante influencia sobre la artista. Sigue a ésta, un espacio dedicado al aspecto más social de la vida de Cahun, que testimonia su activismo político vinculado al grupo surrealista, una actividad en el movimiento de la resistencia que la llevaría a ser encarcelada, junto a su inseparable Malherbe, por el ejército nacionalsocialista.
Esta lectura del diario personal de Cahun a través de las imágenes, concluye con una sala dedicada a los trabajos posteriores a esta estancia en prisión que le dejaría una profunda huella física y emocional. Los poemas visuales de este último período de madurez, inmediatamente anterior a su muerte, sintetizan todas las reflexiones anteriores, remontándose al cuestionamiento fundamental de la realidad y las apariencias.
The End.
Sí, la sensación con la que una sale de La Virreina es la de haber visto una película biográfica bien hecha. El discurso expositivo está trabajado, el ritmo de la visita es elástico y equilibrado, el contenido es intenso y a la vez ameno. Definitivamente, os recomiendo esta exposición.
[Publicado en absur2eal num.-5]
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